La innovación no es un software que se instala. Es una cultura que se cultiva.
La verdadera barrera para la innovación no es la tecnología, sino la mentalidad de sus líderes. En muchas reuniones se menciona la palabra innovación pero esto termina en "teatro" y la comunicación coloreando el telón de fondo.
La verdadera barrera para la innovación no es la tecnología, sino la mentalidad de sus líderes. En muchas reuniones se menciona la palabra innovación pero esto termina en "teatro" y la comunicación coloreando el telón de fondo.
Hay una escena que se repite en cientos de salas de juntas: un líder presenta con orgullo la adquisición de la última plataforma de Inteligencia Artificial, un software de análisis de datos de vanguardia o la contratación de un equipo de "growth hacking". Hay aplausos, optimismo y una sensación palpable de progreso. Seis meses después, nada ha cambiado.
La misma burocracia, la misma aversión al riesgo. La única diferencia es una nueva y costosa línea en el presupuesto de gastos.
Bienvenidos al “Teatro de la Innovación”: una obra donde las empresas actúan como si estuvieran avanzando, invirtiendo en la puesta en escena tecnológica del futuro, mientras su mentalidad directiva sigue firmemente anclada en el pasado. Y en esta obra, el departamento de comunicación a menudo tiene el papel más trágico: el del genio creativo al que solo le permiten colorear el telón de fondo.
La ilusión del progreso: Compramos IA, pero pensamos en analógico
El síntoma más evidente del "teatro de la innovación" es la creencia de que la herramienta, por sí sola, genera la transformación. Vemos empresas que implementan IA para "optimizar la creación de contenido", pero luego someten cada borrador a cinco niveles de aprobación por parte de directivos que desconfían del algoritmo y terminan reescribiéndolo "por instinto".
O compañías que invierten fortunas en plataformas de Social Listening para entender a sus clientes en tiempo real, pero ignoran los datos si contradicen una decisión que el CEO ya había tomado.
¿Por qué ocurre esto? Porque la tecnología es predecible y controlable; comprarla es fácil. Lo que es verdaderamente difícil es el reseteo mental que se requiere para usarla. La verdadera innovación no está en la herramienta, sino en la cultura y en la mentalidad que permite su uso efectivo. Y esa mentalidad a menudo está paralizada por el miedo.
El “Departamento de Colorear”: El origen del desdén por la comunicación
Para entender por qué este reseteo mental es tan difícil, debemos analizar dónde suelen colocar los líderes a la comunicación en su mapa mental. Para muchos directivos, especialmente en empresas fundadas por ingenieros brillantes y enfocados en el producto, la comunicación sigue siendo el “departamento de poner todo bonito”.
Es un centro de coste, no de inversión. Es "humo", algo blando, imposible de medir y, en última instancia, secundario al "verdadero" negocio de construir el producto. En esta visión del mundo, el trabajo de comunicación es cosmético: emitir comunicados de prensa, organizar eventos y "hacer que las cosas se vean bonitas".
No van a darte un asiento en la mesa estratégica solo porque se lo pidas. Tendrás que luchar por él. Esta percepción es la barrera más grande para la innovación, porque ignora que la comunicación moderna, la que realmente impulsa el crecimiento, es una disciplina analítica, estratégica y totalmente medible. Es el sistema nervioso que conecta el producto con el mercado, los líderes con los equipos y el propósito con la cultura.
Tres miedos que fosilizan la mentalidad directiva
Para que ocurra el reseteo, primero debemos diagnosticar los miedos que lo impiden.
1. El miedo a lo intangible (y a un ROI no inmediato)
El líder tradicional pregunta: "¿Cuál es el ROI de construir 'confianza'? ¿Cuántos leads genera 'posicionarme como líder de opinión' este trimestre?". Como la respuesta no es tan simple, descartan la estrategia. No entienden que la reputación y la confianza son los activos que multiplican el valor de todas las demás inversiones. Un estudio de McKinsey, por ejemplo, ha demostrado que las empresas que integran el diseño y la comunicación estratégica en su núcleo superan a sus competidores en ingresos y retornos para los accionistas. Medir el valor de la comunicación es posible, pero requiere una visión a largo plazo.
Referencia útil: The business value of design | McKinsey
2. El miedo a perder el control
La comunicación para la innovación requiere transparencia, canales abiertos y seguridad psicológica. Implica que las ideas fluyan desde todos los niveles, no solo de arriba hacia abajo. Para un líder acostumbrado a una estructura de mando y control, esto es aterrador. Fomentar una cultura donde se pueda experimentar (y fallar) se siente como una pérdida de autoridad. Sin embargo, como demuestra la investigación de Amy Edmondson en Harvard, los equipos con mayor seguridad psicológica no son los que menos errores cometen, sino los que más los reportan, aprenden y, en consecuencia, más innovan.
Referencia útil: How Fearless Organizations Succeed | Harvard Business School
3. El miedo al fracaso (Disfrazado de "Eficiencia")
Toda innovación real es un experimento, y todo experimento conlleva un riesgo de fracaso. En las empresas que solo escenifican el "teatro de la innovación", el fracaso no es una opción. Se castiga directa o indirectamente. Esto crea una cultura de aversión al riesgo donde los empleados solo se dedican a optimizar lo existente, pero nunca a crear algo verdaderamente nuevo. La comunicación aquí es clave para enmarcar el fracaso no como un error, sino como una adquisición de datos valiosos para el siguiente intento.
Referencia útil: Why A Culture Of Failure Is Important For Innovation | Forbes
Deja el Teatro, construye una cultura
La innovación no es un software que se instala. Es una cultura que se cultiva. Y el jardinero principal de esa cultura es un liderazgo que entiende que la comunicación no es el megáfono al final de la línea de producción, sino el sistema operativo sobre el que corre toda la organización.
El primer paso para cualquier líder es abandonar la comodidad del un teatro de la innovación. Deja de comprar herramientas como un amuleto contra la irrelevancia y empieza a hacer el trabajo duro: cuestionar tus propios miedos, redefinir el valor de lo "intangible" y darle a la comunicación el poder estratégico que realmente posee.
Es hora de dejar de actuar y empezar a construir.